Por Laura Bensasson, Coordinadora de la Cátedra Intercultural Carlos Montemayor, 6 de abril 2020
En mayo del 2002 visité por primera vez la escuela primaria José María Morelos y Pavón de Santa Catarina Zacatepec, municipio de Tepoztlán, con el objetivo de determinar si, y en qué medida, los factores socio-culturales podían incidir en los problemas de lenguaje y aprendizaje de los niños de esta comunidad. La hipótesis era que el bajo rendimiento adjudicado al uso de la lengua materna –el náhuatl, en este caso– se debía en realidad a la discriminación cultural que afectaba la identidad y la autoestima del niño, ocasionando la pérdida de un potencial humano importante. Después de evaluar y desechar como causantes otros factores de tipo orgánico y emocional, queríamos demostrar que la recuperación de la lengua de los abuelos podía en realidad mejorar su rendimiento y el buen uso del español.
El director del turno matutino de la escuela, prof. Octavio Álvarez Cedillo, se interesó inmediatamente en el proyecto, convocando a los padres de familia para obtener su anuencia y seleccionando después algunos niños de la escuela para formar un grupo piloto de promotores infantiles de la lengua y la cultura maternas.
Éste fue el inicio de una duradera amistad. Cuando lo conocí, el profe decía haber olvidado la lengua materna, pero mostró siempre un gran interés por los materiales que le compartía y me llevaba a conocer a los que, a su parecer, mejor conservaban su uso. Se trataba usualmente de gente mayor que no había frecuentado la escuela, pero para la autoridad y el prestigio del profe Octavio no había puertas cerradas.
A veces íbamos a visitarlos, otras acudían a su casa o simplemente convivíamos con sus 3 hijas, 2 de las cuales cursaban entonces el 3º de primaria e hicieron parte del grupo piloto.
El profe Octavio había dejado su comunidad a temprana edad para proseguir sus estudios en la Escuela Normal Rural «Raúl Isidro Burgos» de Ayotzinapa y, para ayudarse, trabajaba en un restaurant de Chilpancingo, así que era un experto cocinero. Generoso y hospitalario, me invitaba a comer después de las faenas lingüísticas, aunque finalmente era un trabajo en equipo, siempre aderezado con las magníficas tortillas de Santa Catarina, en el que también participaban las niñas. Ésta era también una buena ocasión para conversar y hacer memoria de sus tiempos de estudiante, de la abuelita que vestía como la mujer del cuadro que decoraba su sala, de cómo había vuelto al pueblo natal para dirigir la escuela, del campo, de sus alumnos de secundaria y muchas anécdotas más.
Así pasaron el año de diagnóstico y el primer taller de revitalización con los niños, y en los festejos de fin de curso los niños cantaron con orgullo El martinillo en italiano, francés, español y ¡náhuatl! Las palabras de la versión en náhuatl corrieron, naturalmente, por cuenta del profe Octavio. Entregamos las memorias de esta primera experiencia a todos los participantes bajo el nombre de A’cosamalotl “porque al reunir todos los colores, el arcoíris es símbolo de la diversidad en la unidad; y al anunciar el buen tiempo, también es símbolo de paz y de esperanza.”
Así pasó también el segundo taller de revitalización, cuyo producto fue una lotería y un rompecabezas para el aprendizaje de la lengua nahua que se publicó gracias a un premio PACMyC.
Para entonces llegamos a compartir también cumpleaños, festividades y ceremonias y la amistad con el profe y su familia perduró también cuando hubo que interrumpir los talleres, él por exigencias de trabajo y yo para presentar mi tesis de doctorado; pero para el examen de grado el profe estuvo presente, junto con los amigos de las otras comunidades donde yo había desarrollado el trabajo de campo. Ese día, en vez de bocadillos, servimos atole y tamales de cazahuate hechos por una de las participantes a los dos talleres de revitalización de la lengua materna en Santa Catarina, sobrina del profe Octavio.
Hoy por la mañana Moira, la hija mayor, me dio la triste nueva de que el profe no estará ya con nosotros y no pude ir a despedirlo. Lo extrañaremos y lo recordaremos siempre con cariño y aprecio pues sin él, que nos brindó tiempo y espacio, los talleres de revitalización de la lengua nahua en Sta Catarina no hubieran tenido lugar.
TOALTEPE
Toaltepe itoca Santa Catarina, nican tichanti quen 6000, tlaca’ huan sohuame. Ipan inin altepetl tehuan titequiti totlalhuan. Cuac xopantla tictoca tlayoli, yetzintli, xitomatl, ayohuaxtli, chilli huan tomatl. Inca inin xinachti ipam’pa titlacua tonochtin nochi se xipa o se xihuitl.
Ipan in xopanistli noi’qui ticua’ casahuananacatl ihuan ocsequi nanacame, quilitl, huan huasquilitl.
In inin altepetl tiquinpia cua’me, quen huaxcua’me, ahuacacua’me, tzonpancua’me, xocotzapocua’me , “mangocua’me”, xaxococua’me huan texococua’me.
Ipan chanti tiquinpia’ yolcame quen huaxolome, piome, pitzome, totochti, mimisti, chichime, huan ocse yolcame quen “caballos”, “bueyes” ca inin yolcame tehuan titequiti, to tlalhuan. Titlatohua nahuatla’tolli. Inin totla’tol no cuele cuacualtzin tiyolpa’paqui cuac ticaqui, huan toyolcocua icuac tiquinitta’ pilantoton ica sohuantoton ayocmo quixmati quenica tehuan titlatohua.
Ica inin tequiltzintli ticnequi man topilhuan quixmatican masqui san tepitzin inin totlato’l. Amo ticnequi manpopolihui.
O’tic chichique inin ahuilli, itoca “Lotería” ca inin mahuiltisque to pipiltonti huan to sisishuanti quicuelitasque huan pa’paquisque cuac mahuiltisque yehuan ocachi quixmatisque huan cualli quisalosque inin tla’tolli. Nic chia inin tequitiltzintli an’xic cuelitasque.
I’CA NOCHI TOMAHUISOSTZIN.
Octavio Álvarez Cedillo.
NUESTRO PUEBLO
Nuestro pueblo se llama Santa Catarina, vivimos como 6000 hombres y mujeres. En este pueblo nosotros trabajamos nuestras tierras en la temporada de lluvias. Sembramos maíz, fríjol, jitomate, semilla de calabaza, chile y tomate. Con estas semillas comemos todo un año.
En esta temporada también comemos el hongo de casahuate y otros hongos, quelites y retoños de un tipo de guaje silvestre.
En este pueblos tenemos algunos árboles como: guajes, aguacates, colorines, cítricos, mangos, guayabos y ciruelos.
Y en nuestras casas tenemos animales como guajolotes, pollos, cerdos, conejos, gatos, perros y otros animales como caballos y bueyes, con estos últimos animales trabajamos nuestras tierras.
Hablamos el idioma náhuatl, es un idioma hermoso. Nos alegramos cuando lo escuchamos, pero nos da tristeza cuando vemos que los muchachos y las muchachas no conocen como nosotros hablamos.
Con este trabajo queremos que nuestros hijos conozcan aunque solo un poco esta lengua. No queremos que desaparezca.
Hicimos este trabajo. Se llama Lotería. Con él jugarán nuestros niños y niñas y se alegrarán cuando jueguen. Ellos conocerán más nuestra lengua. Espero que este trabajo les guste.
CON TODO RESPETO.
Octavio Álvarez Cedillo.

El Profesor Octavio durante un taller de revitalización del náhuatl, en su salón de clase de la Escuela Federal Rural de Santa Catarina Zacatepec, Morelos. Foto de Laura Bensasson (2002)