Notas de prensa

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Periódico La Jornada, Domingo 27 de febrero de 2011, p. 2

Hace un año murió Montemayor; su obra cubre la ausencia física

En los próximos meses se presentarán tres títulos que ya circulan en librerías, entre ellos el poemario Apuntes del exilio 

En el DF se abrirá una biblioteca con su nombre, que será sede de la Agrupación de Escritores en Lenguas Indígenas, adelantó la viuda del luchador social

 

Emilio Montemayor, hijo del maestro y albacea de su legado, decidirá en el futuro lo relacionado con nuevas publicaciones del poeta. En la imagen, el escritor durante una entrevista con este diario, en 2007. Foto Cristina Rodríguez

Mónica Mateos-Vega

Este lunes se cumple un año de la muerte del escritor y luchador social Carlos Montemayor, el imprescindible, el maestro, el artista, como lo recuerdan quienes compartieron con él sus ideales.

Su inmensa y poliédrica obra ha sido capaz de llenar el vacío que su presencia física dejó: durante los recientes 12 meses se presentó su novela Las mujeres del alba (Random House), y se encuentran ya circulando en librerías Apuntes del exilio (poesía), Conversaciones con Águeda Lozano y Análisis de nahuatlismos polémicos, editados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Estos tres últimos libros serán presentados en los próximos meses. Además, durante la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería se dará a conocer la antología del encuentro internacional de escritores en lenguas indígenas, llamado ahora Festival de Poesía Las lenguas de América Carlos Montemayor, que se realizó en marzo pasado.

En charla con La Jornada, Susana de la Garza, compañera inseparable del autor de Las llaves de Urgell (Siglo XXI, 1971), explica que 2010, luego de la partida del escritor, fue un año “muy intenso, de catársis”, para ella y el resto de la familia, pues fueron innumerables los actos y homenajes en honor del poeta.

Respecto de los recientes libros que han salido a la luz, explica que el dedicado a la escultora y pintora Águeda Lozano “es muy bonito. Carlos lo hizo en París, donde vivimos una corta temporada, cuando fue a dar una cátedra; ella radica allá y tuvieron tiempo de conversar mucho.

“El poema es un libro que trabajó muchísimo, durante unos dos años; era su descanso, se desconectaba de toda la parte violenta, de crisis o política, del mundo alborotado. La poesía o el cantar eran su espacio de relajación, como para hacer tierra, tomar fuerza y seguir en este mundo.”

Susana de la Garza señala que será Emilio Montemayor, hijo del maestro y albacea de su legado, quien decida en el futuro acerca de nuevas publicaciones, pero, hasta donde se sabe, “no dejó nada inédito; habrá que revisar con calma sus papeles, su archivo”.

En cuanto a la enorme biblioteca que tenía en su casa, buena parte se encuentra ya en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. El propio Montemayor entregó en 2008 a esa institución parte del acervo. “Él se quedó con algunas cosas para trabajar, pero tenía la idea de regresar a Ciudad Juárez para ayudar y encaminar a los muchachos en las investigaciones que requirieran la consulta de sus archivos; era una labor en la que tenía mucho interés.

“Otra parte importante de su biblioteca se donó a la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas, pues en Chihuahua nos dijeron que no había mucha investigación respecto de temas relacionados con ellos; les dimos 17 cajas enormes. Los libros estarán en la sede de la agrupación, que será inaugurada probablemente este año en la ciudad de México, en un inmueble que les donó el Gobierno del Distrito Federal y que está siendo restaurado. La biblioteca llevará el nombre de Carlos Montemayor.”

Por supuesto, varios integrantes de la familia se quedaron con algunos libros. Susana eligió toda la obra de Montemayor, “tratando de tener uno de cada uno para tenerla completa; posiblemente me falte algo de los inicios, porque siempre se les daba libros a instituciones como el Seminario Mexicano de Cultura o la Academia Mexicana de la Lengua, a las que ya mandamos lo último”.

El piano, ése que acompañó las tardes bohemias que Montemayor compartía con amigos y colegas, como el poeta Alí Chumacero, “lo tiene ahora el nieto de Carlos, un niño de 11 años que toca violín y piano, llegaba a mostrarle al abuelo cómo iba en sus clases; nadie mejor que él para conservar el instrumento”, dice De la Garza.

Reandar los pasos del narrador

A finales de la pasada primavera, la familia Montemayor realizó un viaje a Chihuahua para cumplir con la última voluntad de Montemayor: esparcir sus cenizas en su tierra natal que tanto amó. El primer punto fue en la zona conocida como Las Lajas, muy cerca de Ciudad Madera, justo en el lugar donde los sobrevivientes del asalto al cuartel, Ramón Mendoza y Lupito Scobel, lograron escapar del cerco militar que el escritor recreó en Las armas del alba.

Fue en un atardecer cuando la familia escaló la montaña para buscar “la cuevita” descrita por Montemayor y desde donde la vista del paisaje de la sierra es impresionante por su belleza: “iba con nosotros el activista Salvador Gaytán; fueron momentos muy emotivos”, recuerda Susana.

Luego acudieron a Guachochi, territorio rarámuri, para dejar en la barranca La Sinforosa otra porción de cenizas.

Justo el 13 de junio, el día en el que Montemayor cumpliría años, la urna con los restos del narrador fue depositada en el templo de San Juan de Dios, en Parral, tal como él lo indicó, “no tanto por cuestiones religiosas, sino porque ahí está la virgen de los mineros. Para él era significativo, porque sus dos primeras novelas abordan, precisamente, la vida de estos trabajadores. Carlos, con esa tranquilidad que tuvo al final, pensó en eso cuando nos hizo la petición”, concluye De la Garza.

Apuntes del exilio

Periódico La Jornada, Domingo 27 de febrero de 2011, p. 3

El libro Apuntes del exilio, de Carlos Montemayor, es un bello poema diseminado en 44 páginas, publicado de manera póstuma con una dedicatoria del autor: “A Susana y nuestras estaciones”. La publicación fue patrocinada por Oak Editorial y La Cabra Ediciones; aparece también el logotipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia por voluntad del poeta. Con autorización de Emilio Montemayor, hijo y albacea del escritor, compartimos con los lectores de La Jornada, casa periodística de Carlos Montemayor, los versos iniciales.

He vuelto sin rencor a tu abrazo y al mundo.
Al deseo que no espera más prendas
que su propia certidumbre en los labios.
Al quemante aliento de tu voz cuando lloras
o ríes mojando de estrellas nuestras almas y recuerdos.
Al sabor que sólo quiere entender la luz de tu saliva,
la verdad de tu espalda estremecida, tus cálidos muslos,
tu pubis húmedo, origen de lo que existe y desea existir.
Hay vestigios radiantes en los sueños que tienden
sus constelaciones
y en el espumoso mar las van dejando caer
y sólo se reflejan en tus ojos.
He vuelto al origen de nuestra propia caricia,
de nuestro doliente placer que es un océano incansable,
un incandescente diamante.
Un sendero nos conduce a la desmemoria, otro a la luz.
Una puerta es de marfil, otra de viento y música.
¿Cómo atravesar la puerta correcta
–digo, si hubiera una tal puerta–
y eludir el camino donde aún nos hallamos?
Reconozco en esta quietud
la señal que proviene de tu aliento
y desde lo más remoto me llama.
¿Hay algo eterno, entonces,
que aguarda tras la caricia deseada,
en los cuerpos que se desvisten del cansancio
y abrazan su carne fugaz y sudorosa,
siempre intolerante y apresurada?
¿Es lo mismo, acaso, que presentí en tu tibieza,
en los senderos de tus piernas
que me llevaban y traían
desde el vacío hasta la orilla de tu cuerpo,
al asombro de seguir en ti y contigo
atento a la respiración que de mis brazos
lentamente retornaba a tu cuerpo
mientras dormías y te cubrías de sueños?
En algún lugar, en el pliegue del deseo,
en la estrella donde el sudor aún brilla,
algo que pareciera eterno espera,
atisba mi desvelo,
tiende la caliente sábana de su instante.

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Adiós a un poeta

Adolfo Gilly

En la madrugada de este último día de febrero se fue, dicen, Carlos Montemayor. Hace hoy un mes, el último día de enero, publicó un poema en La Jornada. Hablaba de un su amigo italiano, Tito Maniacco, un poeta de la ciudad de Udine en la región del Friuli, donde cien mil habitantes viven entre la montaña alpina y el mar Adriático.

Tito Maniacco murió el 22 de enero pasado, a los 78 años de edad. Era también indagador y narrador de historias, maestro de primaria, poeta de la provincia italiana y, además, militante comunista desde su juventud. “Amaba narrar, hablar de los problemas y también de sí mismo y de sus experiencias. Era además un gran escuchador, tenía el raro don de conocer de inmediato a las personas y por eso en el partido todos lo querían”, dijo de él Enrico Chiussi, amigo y compañero suyo en aquel hoy inexistente Partido Comunista Italiano. “Como político –agregó– era un comunista riguroso. Desilusionado del panorama actual, vivía no obstante retirado en sus lecturas”. Nunca perdió, dicen también sus compañeros, el afán de comprender el mundo y de cambiarlo, y “el gusto por la ironía y la autoironía”.

Esta inclinación de su espíritu iba tal vez envuelta como afirmación de su ser en su última voluntad: que su funeral fuera en el hospital donde murió, su ataúd cubierto por la bandera roja de su viejo Partido desaparecido, y su despedida “La Internacional”, aquel canto de lucha del siglo pasado y tal vez de alguno que vendrá. A ese amigo distante dedicó Carlos su último poema.

Tito Maniacco había escrito el prólogo de uno de los recientes libros de Carlos Montemayor, Los poemas de Tsin Pau. Dijo de él allí: “Carlos Montemayor alias Tsin Pau se vuelve un poeta chino, tal vez uno de tantos diseminados en la vieja antología de poetas chinos titulada Las trescientas poesías Tang, quizá del gran Tu-fu o del grandísimo Li Po”. Los poemas de Tsin Pau fue publicado en 2007 en Chihuahua por La Cabra Ediciones. Ese hombre de Parral que era Carlos dijo entonces que los había inspirado el haber visto en China paisajes semejantes a los de su Chihuahua.

El poema de Montemayor para su amigo era también su propio adiós. Me conmovió su tersura y su belleza y le escribí dos líneas en ese mismo día: “Carlos: Me gustó mucho tu recuerdo para el poeta de Udine y te lo quería decir. Un abrazo”. No disgustaría a la ironía de sí mismo que el propio Carlos solía esgrimir que, ahora en su recuerdo, publiquemos en La Jornada este breve retrato de Tito Maniacco y, una vez más, el poema anunciador que él le dedicó en su partida, junto con las fotos de ambos.

Farewell, Carlos, y larga vida en la otra vida.

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Carlos Montemayor: vocero de la paz con justicia

Gilberto López y Rivas

 La Jornada, 05-03-2010

La solicitud para integrar la Comed (Comisión de Mediación) por parte del Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) el 24 abril de 2008 para dialogar con el gobierno federal sobre la presentación con vida de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, militantes de esa organización, llevó a sus miembros a un trato frecuente y al desarrollo de una amistad con Carlos Montemayor, por lo que su muerte prematura el 28 de febrero es una experiencia especialmente dolorosa para todos nosotros.

La camaradería que se forja en una tarea como la lucha por la justicia desde la sociedad civil y contra la de-saparición forzada en un país en el que no existe un solo consignado por este crimen de lesa humanidad, cohesionó a la Comed más allá de las naturales diferencias políticas o de personalidad que suelen existir en cualquier grupo.

Frente a la irremediable desaparición física, se reflexiona sobre la singularidad de su persona: pocas veces en la vida se conocen seres humanos que reúnan tantas cualidades y sapiencias: talentoso, brillante, polifacético, con un agudo y fino sentido del humor, del uso de la ironía, del equilibrio en su relación con las personas; se ganaba inmediatamente el cariño y el respeto de quienes lo rodeaban por la armonía de su carácter, su compromiso político sin estridencia ni protagonismo, su discernimiento de temas diversos, que hacía notar sin pedantería, de manera natural.

Por consenso, una vez constituida, Carlos fue nombrado vocero de la comisión. Quién mejor que él para representar sus propósitos de paz y mediación con los funcionarios del gobierno federal, los familiares de los desaparecidos y ante los medios de comunicación, con su conocimiento profundo de las causas sociales que han motivado la existencia de los grupos armados revolucionarios; con su comprensión del significado histórico y el dolor humano de lo que han sido décadas de represiones y guerra sucia de un Estado cada vez más autoritario y antidemocrático, con su visión histórica de las negociaciones traicionadas desde el poder y con la violencia genocida. La verdad es que sentíamos orgullo de su gestión, por su sentido de la ubicuidad política, su palabra precisa, su manejo magistral de los datos y los tiempos, su respeto por transmitir fielmente los acuerdos del colectivo, su firme diplomacia que no cambiaba la razón y la dirección del mensaje.

Insatisfecho, como todos nosotros, por el trato de los medios mexicanos al caso de los desaparecidos del EPR, reiterando que la única vía de comunicación con este grupo eran ellos, y constatando la inutilidad de muchas conferencias de prensa, publicó extensos escritos y brindó numerosas entrevistas en radio y televisión, dando a conocer los documentos de la Comed.

Al poco de integrarnos a la comisión y en las primeras escaramuzas con el gobierno federal, se dio una discusión interna que causó las tensiones normales entre quienes pretenden de-sempeñar su trabajo de la mejor manera, pero con diferencias. En el momento de mayor acaloramiento en el debate, Carlos se levantó súbitamente de su asiento, pidió la palabra y, ante el asombro de todos, entonó un aria con su voz de tenor que terminó en aplausos y disipó toda desavenencia. Varias veces en los aventones que le dábamos a la salida de las sesiones tuvimos el privilegio de que interpretara fragmentos de canciones de todos los géneros musicales. En una de esas ocasiones, Carlos escuchó con atención en un cidí una vieja grabación de la cantante alemana Ute Lemper interpretando La ópera de los tres centavos, de Bertolt Brecht, con música de Kurt Weill, misma que le obsequié. La última vez que hablé con él, me aseguró que estaba montando algunas melodías de esa ópera. Así era Carlos: un hombre que vivía los momentos con plenitud, un ser rico en planes y con una presencia notable en las más diversas facetas artísticas, académicas, culturales y políticas.

La última actividad propiamente política que llevó a cabo estuvo relacionada con la Comed. El 21 de abril de 2009, a un año de su formación, Carlos y todos los miembros estuvimos de acuerdo en poner fin a los trabajos de mediación, en virtud de que el gobierno federal sólo había tenido voluntad declarativa para enfrentar la desaparición de los militantes del PDPR-EPR. Ante la solicitud de las partes para regresar a sus tareas, los integrantes de la Comed emitimos un comunicado el 13 de julio de 2009 en el que señalamos no ser insensibles a las peticiones de las mismas ni mucho menos a las de los familiares de las víctimas directas del ilícito. Aclaramos que seguiríamos atentos a la situación que dio motivo a la comisión, pero sin generar falsas expectativas ni avalar actitudes displicentes, por decir lo menos, de quienes tienen el deber de respetar los derechos humanos en nuestro país. En este comunicado resaltamos la manifiesta carencia de voluntad política del gobierno mexicano para aceptar su responsabilidad, particularmente de sus fuerzas armadas, en la comisión de crímenes de lesa humanidad en el pasado de la guerra sucia de los años 60 y en el presente en el que el Ejército y otros cuerpos policiacos continúan la práctica de las desapariciones forzadas.

Finalmente, en las reuniones del 6 y el 11 de enero de 2010 y considerando la reciente condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado mexicano, las difíciles condiciones del país y analizando la solicitud de los familiares y del propio EPR, decidimos reconstituir la Comed en una nueva etapa, ampliándola con los integrantes de Serapaz que venían generosamente acompañando este esfuerzo. Decidimos también ratificar a Carlos Montemayor como su vocero. Él, quien fue la voz de los sin voz; él, quien fue poeta de la dignidad y la congruencia.

Manifiesta EPR condolencias a familia de Montemayor y Comed

«Esperamos que sus cenizas esparcidas en dónde él lo determinó caigan en campo fértil para que fructifique su ejemplo…», se lee en un comunicado.

La Jornada En Línea
Publicado: 02/03/2010 13:00

México, DF. El Ejército Popular Revolucionario (EPR) manifestó su pesar por la muerte del escritor Carlos Montemayor, integrante de la Comisión de Mediación (Comed) frente al gobierno federal en la demanda del grupo guerrillero que reclama la presentación con vida de dos de sus integrantes -Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez- desaparecidos desde marzo de 2007.

En un comunicado fechado el 1 de marzo, el EPR se dirige a la familia del luchador social y al resto de la Comed en los siguientes términos:

«No alcanzarían las lágrimas para poder calmar nuestro dolor y nuestra impotencia ante la muerte que nos ha arrebatado a uno de los hombres más ilustres del siglo XX y principios del siglo XXI, Carlos Montemayor. Su alegría contagiosa, los riesgos que conscientemente corría al denunciar la desaparición forzada y las muertes de otros luchadores sociales que también nos han sido arrebatados, virtudes que pocas veces se dan en un sólo hombre.

«Es difícil para nosotros concebir esta muerte, pero desgraciadamente es parte de la vida. No podemos más que rumiar nuestra impotencia y un dolor inmenso, un dolor que no cabe en el corazón de todos y cada uno de nuestros militantes. Hoy, más que nunca debemos seguir su ejemplo, un ejemplo de lucha, un ejemplo de virtudes que sólo tienen los hombres que verdaderamente merecen una estatua física y una estatua en el corazón y en el pensamiento de todo luchador social.

«No tenemos más palabras para acompañar y tratar de consolar a toda su familia en el dolor que ocasiona esta pérdida que tomaremos con entereza, valentía y estoicismo tal como él lo asumió en todos sus actos, lo esperaba el pueblo en cada uno de sus compromisos adquiridos, y desde hoy, empiezan ya a extrañar su presencia.

«Nos unimos al dolor de los miembros de la Comed y de todos aquellos que lo quisieron y esperamos que sus cenizas esparcidas en dónde él lo determinó caigan en campo fértil para que fructifique su ejemplo.

«Parecerá extraño, pero, el dolor que sentimos es un dolor tan profundo que no tenemos más palabras para manifestarlo. Por eso, nuestro Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) brinca las barreras del agradecimiento y entrega su cariño a la familia de este gran luchador social.

«Estamos de luto, continuamos estando de luto, porque hay otros luchadores sociales que han sido asesinados y otros desaparecidos, que esto nos de fuerza y valor para continuar reclamándolos y que se esclarezcan los hechos.

Desde nuestra trinchera de lucha le decimos para que lo oiga todo el mundo ¡Hasta siempre ilustre maestro!»

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Las ciudades de Carlos Montemayor
MARCO ANTONIO CAMPOS

Montemayor: regreso a las semillas
RICARDO YÁÑEZ Entrevista con DANIEL SADA

La autoridad moral de Carlos Montemayor
AUGUSTO ISLA

Carlos Montemayor: ciudadano de la República de las Letras
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Recuerdo de Carlos Montemayor
LUIS CHUMACERO

In memoriam
Carlos Montemayor
MARÍA ROSA PALAZÓN

Ser el otro: Montemayor y la literatura indígena
ADRIANA DEL MORAL

Quiero saber
CARLOS MONTEMAYOR

Parral
CARLOS MONTEMAYOR

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Domingo 28 de febrero de 2010

ANÁLISIS A FONDO: CARLOS MONTEMAYOR, CORAZÓN INFINITO

FRANCISCO GÓMEZ MAZA

  •  Ser humano espléndido, escritor, poeta, cantante y solidario
  • Contador de la realidad de los indios, los pobres de los pobres

“La tierra para las comunidades indígenas (indias) no es sólo un asunto de productividad y competitividad: es la razón esencial de su conocimiento de la vida; es el suelo que las ata a la vida, que las une al mundo invisible y al mundo visible, que las une con la comunidad ancestral de hombres y dioses, que contiene la raíz de sus valores éticos, económicos, familiares; que es el soporte de su cultura. Por ella siempre han sido capaces de dar la vida. Por ella son capaces de apoyar, cuidar, encubrir o sumarse a un movimiento armado que osa enfrentarse al gobierno y al ejército nacional. Todos los mexicanos de las ciudades desconocemos que para las comunidades indígenas, para los campesinos empobrecidos, desde hace décadas la palabra gobierno es sinónimo de soldado. En el universo del lenguaje indígena y campesino el gobierno es el ejército, la policía o cualquier control visible de fuerza. Y desde la más tierna infancia (los indios) aprenden a incluir en la palabra a las otras autoridades que no apoyan, ni apresuran ni escuchan sus demandas legales. En su universo de lenguaje, levantarse contra el «gobierno» no es un asunto de candidez, sino de acorralamiento. Por tanto, con reducir el conflicto de Chiapas a su dimensión militar, o con aniquilar o neutralizar al grupo central o más altamente adiestrado del EZLN, no estaríamos solucionando el conflicto social en que se produjo o se incubó el apoyo al grupo armado. No debíamos minimizar tampoco la capacidad de convocatoria de los insurrectos, así fueran nacionales o extranjeros, sobre todo en el continente que se ha regido por el intervencionismo norteamericano: Estados Unidos ha siempre asesorado y financiado las estrategias contra guerrilleras en muchos de nuestros países” (Carlos Montemayor, «El EZLN y Chiapas», Fractal n° 8, enero-marzo, 1998, año 2, volumen III, pp. 95-104).

 Este párrafo de bella y solidaria escritura, unida al indio (no en servicio humillante), retrata a Carlos Montemayor, mexicano, parralense, chihuahuense, oaxaquense, chiapense, ciudadano del Universo, escritor, poeta, voz de tenor, impulsor de las letras indias de este inacabable país llamado México. «Guerra en el paraíso» y «Las armas del alba» me dejaron anonadado. La dramática, pero suavemente escrita historia de Lucio Cabañas, el profesor levantado en armas en ese paraíso llamado estado de Guerrero, guerra que duró un lustro, siendo un grito de desesperación, de angustia, de sangre, dolor y lágrimas ante la opresión, la injusticia, la corrupción y la impunidad de los gobiernos llamados “de la Revolución”. Y la reconstrucción histórico literaria del asalto al cuartel de Madera, en Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, nombre que adoptó uno de los grupos de guerrilleros más honestos, veraces, preocupados realmente por aquel presente mexicano y que dieron vida o libertad por defender el ideal de un México más humano, menos desigual, más solidario, más México.

 Pero Carlos Montemayor no es sólo una sabiduría viviente. Y lo seguirá siendo. Es asimismo una autoridad, autoridad de la verdad, de su verdad que compartimos. Es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, integrante de la Real Academia Española y de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas. Sus novelas no son históricas, sino testimoniales. No cuenta cuentos. No narra fantasías. Cuenta la realidad vivida y vívida de este México que nunca acaba de hacerse, que vive marginado, incluso del modelo rabiosamente salvaje que le imponen los poderosos, con una legión multimillonaria de desheredados y un reducido grupúsculo de Epulones multimillonarios. Ha trabajado, como espléndido y prolífico trabajador de las letras, la historia oral, pues sus novelas están fundamentadas en la más pura y verídica verdad, la realidad. No es un ratón de bibliotecas, ni acumula fichas y fichas con datos que pueden ser o no ser verdaderos.

 Carlos Montemayor ha mostrado también su apasionado interés por las lenguas indias, tanto que es el revisor de una antología de cuentistas oaxaqueños, hecho que fue tan determinante que no ha podido despegarse del estudio y difusión de ellas, como nos lo confía su obra «Encuentros en Oaxaca». Dos años más joven que yo, Carlos ha escrito poemarios como «Las armas del viento», «Abril y otros poemas» y «Memoria de verano». Es prolífico pues. Ha escrito tanto que puede llenarse una librería con tus libros: Las Armas del Viento, Abril y otros poemas, Abril y otras estaciones, Poesía, Antología personal, Los amores pastoriles. Las llaves de Urgell, El alba y otros cuentos, Operativo en el trópico, Cuentos gnósticos, La tormenta y otras historias, Mal de Piedra, Minas del Retorno, Guerra en el Paraíso. Los informes secretos, Las armas del alba, Tarahumara (en el que desnuda el alma gentil de los rarámuris) y ha traducido en buen romance las Odas de Píndaro y Carmina Burana, y para qué seguirle.

 En fin, un hombre así. Un Carlos Montemayor así no puede no ser premiado, aunque su modestia no le permita gustar de los premios porque es un hombre que sólo hace su trabajo; lo que sabe hacer: ver, aprehender y escribir, y la escribida la escribe con el lenguaje del corazón. No obstante, ha sido laureado con el premio Internacional Juan Rulfo, ese progenitor de la narrativa auténticamente rural, de los páramos y los muertos vivos y los vivos muertos, y el calor de Comala, que es la envidia del del infierno. Ha recibido también el Xavier Villaurrutia, el José Fuentes Mares, el Colima de narrativa. Viva Carlos siempre. Viva el políglota que habla y escribe en inglés, italiano, francés, griego clásico, clásico y vulgar, y el latín clásico y el culinario. Viva el Carlos Montemayor que ha entregado su vida a los grupos más vulnerables de México.

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