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Homenaje a Lucio Cabañas y a los treinta años de la novela Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor

A treinta años de Guerra en el Paraíso

Por Oralba Castillo Nájera, activista y escritora. Miembro de la Cátedra Carlos Montemayor

La novela Guerra en el Paraíso está enraizada con la literatura de compromiso político que atraviesa a las letras mexicanas. Tendencia donde se inscriben las obras de Manuel Payno, Vicente Riva Palacio, o Tomochic de Heriberto Frías, y dentro de las novelas de la revolución, destacamos la obra de Marín Luis Guzmán, La sombra del caudillo. Podría seguir citando muchas más que son la memoria viva de los crímenes del poder y las luchas de los pueblos.

La literatura histórica combina la libertad de creatividad del autor con datos, o hechos extraídos de la historia. Manuel Payno lo explica: “en estos estudios no hacemos sino animar a los personajes y ponerlos en un instante de bulto ante el lector, pero conservando toda la verdad histórica”.

Carlos Montemayor en Guerra en el Paraíso, da voz y vida a la lucha del Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que nace de las entrañas de Guerrero y que encabeza Lucio Cabañas.

Guerra en el Paraíso rompe el silencio en que el poder del Estado había ocultado y deformado, lo que hoy conocemos como la Guerra Sucia.

Los años setentas fueron impactados con los golpes de Estado en Uruguay, Chile y Argentina. Y mientras leíamos con estupor el terror instaurado en el Cono Sur, nosotros no sabíamos que el ejército había cercado a Guerrero con la consigna de exterminar la lucha guerrillera campesina de Lucio Cabañas.  

En la novela desfilan los personajes responsables de esta guerra. En memoria de Julius Fucik, el comunista checo torturado por la Gestapo, retomo de su libro: Reportaje a pie de la horca, su petición: No olviden los nombres de las figuras y de las figurillas. No los olviden. Carlos Montemayor nos pone de frente a las figurillas con nombre y apellido. Los encargados de la represión dialogan, fuman, se pasean en sus oficinas, dan ordenes, torturan: Solano Chagoya, Enríquez Rodríguez jefes militares de la zona, el gobernador: Nogeda Otero; Wilfrido Castro Contreras, jefe de la Policía Judicial, Moya Palencia Secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios de la temida Federal de Seguridad, Ojeda Paullada Procurador General de la República, el general Cuenca Díaz Secretario de Defensa Nacional, los torturadores: Nazar Haro, Quiroz Hermosillo, Acosta Chaparro; y Luis Echeverría presidente de la República. Todos responsables de la persecución, desaparición, asesinato y tortura de miles de personas. Figurillas criminales que no olvidamos ni perdonamos.

Carlos Montemayor los denuncia al llevarnos a las mazmorras siniestras en dónde se practica la tortura, siendo está un instrumento del poder. El torturador es entrenado, educado, condicionado para realizar las peores bajezas contra personas en total vulnerabilidad, sometidas y derrotadas de ante mano. Práctica anticonstitucional. La víctima no tiene ningún derecho, no existe. El torturador cuenta con absoluta impunidad. Leo una escena cruda al respecto:

Está y otras escenas en Guerra en el Paraíso nos dan la dimensión de la guerra sucia, haciéndonos vivir, sentir, sufrir. Es está una virtud de la literatura histórica, poner frente a nuestros ojos, en este caso, la represión del poder del Estado, contra campesinos pobres.  Escuchemos a un padre campesino hablando con su hijo:

¿Quién es el profesor Lucio Cabañas?, aparece, página a página, delgado, con manos largas y huesudas, calmado, sereno; viste humildemente, usa sombrero de palma, padece migrañas que le parten la cabeza de dolor; sabe que la lucha debe pasar de lo local, a lo regional, a lo nacional y también a lo internacional. Busca alianzas con otros partidos en armas, habla en asamblea con sus hombres, mantiene relación estrecha con pobladores de los caseríos y rancherías, que proveen de alimento, información y protección a la guerrilla. El Partido de los Pobres cuenta con un ideario. Habla Lucio:

“Somos el mismo pueblo que explotan los dinereros y los políticos que tienen policías y soldados. Y nosotros somos el mismo campesino. Pero somos nosotros, somos sus piernas, para caminar recio por el monte y llegar a la verdadera felicidad del pueblo, a su libertad, pues, para que todos vivan como personas respetables, bien crecidos los niños porque coman, porque tengan mucho cuidado con médicos, con medicinas, con hospitales, con escuelas. Somos sus piernas, pues, para caminar políticamente, para llegar al socialismo que nos proponemos llegar todos los campesinos pobres.”

Guerra en el Paraíso crea una totalidad compleja en la que personajes, atmosferas, e historias se tejen al ritmo de la acción: escaramuzas, encontronazos, emboscadas, secuestros, asalto a bancos, persecución, mantienen un ritmo avasallador.

La buena pluma y amor a las lenguas originarias, permiten a Carlos Montemayor, tejer en el lenguaje realista, sobrio una visión poética de la naturaleza, que en sí misma es un personaje vivo, cito:

“Solo se oye la tierra ¿oyes toda la noche?”, “El aire parecía limpiarse más.”, “La mañana ascendía con su sonora fuerza de aves, de árboles, del arroyo que caía en la cascada cercana”, “El grito agitado de los pájaros, llamaban a los árboles”, “La mañana se había movido con aroma a cuervos”, “El viento volvía a sonar en el Otatal como si presionará sobre la tierra, sobre las rocas, como si fuera un movimiento de animal ciego atrapado en la cañada, en el monte y la maleza”

Los paisajes respiran, caminan, cantan, están poblados de árboles: Cacahuananches, primaveras, lianas, palmeras, encinos, cafetales, timuches, platanares. Acompañados de un festín de pájaros: torcazas, gorriones, chirrucos, ahuejotes, carpinteros, zopilotes, loros.

Así pasajes duros y que cuestan trabajo leer, son matizados con este mosaico literario.

Merece ser mencionado uno de los últimos capítulos, realmente soberbio. La comida en el Casino Militar de Chapultepec al que llegan generales. Con lujo de detalles vemos pasar wiskis, vinos españoles, bandejas con camarones, carnes cocinadas con frutas, postres, aperitivos. El festín reúne a militares, algunos involucrados directamente en la guerra sucia. Escuchemos al viejo general Escárcega

“—Podemos confundir al ejército con México y llegar a creer que México somos nosotros mismos, o lo que nosotros hacemos. Que no hay más fuerza posible en México que la nuestra. Y a eso voy. La función primordial del ejército es fortalecer la seguridad de un país. O la paz del país, digamos. Y esa seguridad se busca aún al precio de la guerra. Pero a veces buscando esa paz podríamos sofocar al pueblo mismo, conseguirla al precio de luchar en contra del pueblo mismo. Y en ese sentido yo decía que quizás Lucio no es como otros radicales y asaltabancos comunes. O sea, la Liga 23 de septiembre es la delincuencia de un grupo con ideas comunistas, pero la de Lucio bien podría ser la lucha de pueblos, la lucha del pueblo real y no de exaltados y radicales, ¿me explicó? Temen reconocer que es un alzamiento popular, que son pueblos enteros apoyando a Lucio. Nosotros sabemos que el ejército en el pasado ultimó a las guerrillas zapatistas con una estrategia muy parecida a la que ahora estamos siguiendo.

Por eso el presidente Echeverría no quiere aceptar públicamente que se trata de un alzamiento que apoyan los pueblos y prefiere creer que es la CIA la que anda trepada en la sierra con Lucio.

Nadie se imaginó que Zapata, era el héroe y no el coronel Guajardo. Para él y para el general Pablo González, Zapata era un bandolero, un roba vacas, un indio asesino. Quizá era eso para todos en ese momento ¿por qué no? Huerta ignoró que el fusilando a Madero no salvaba a México, sino que perdía la guerra.”

 Impecable manera de ir cerrando Guerra en el Paraíso, cuyas últimas páginas están dedicadas a acompañar en la muerte a Lucio Cabañas, acorralado.

“Qué extraña parecía ahora la lucha. Que extraño no sentir vacío ante la muerte. Ahí, en el río, en la inmensidad de la creciente de las aguas, iban pasando todavía los cuerpos de Gámiz, de Óscar González, de Genaro. También de Raúl Ramos. Se volvía hacia el mundo inmenso de agua y en el río seguían pasando todos los que fueron palabra y no sangre, y todos los que fueron sangre desde la primera lucha, desde su primera palabra.

…única caída parecía estar cayendo una y otra vez y otra, como un destino que se imponía, ahí, cerrando el camino, el día, la misma lucha que brotaba del grito que ardía en su boca, en su espalda, en su pecho: el mismo grito que era otro sol que le quemaba la boca, la saliva, la sangre que sentía  brotar como todo lo que tenía que hacer, lo que faltaba por hacer; una prisa gritando con el mismo calor, negándose a caer con el mismo ardor, negándose a caer con el mismo ojo incólume de soles que trataban de brotar desde sus manos apoyadas en la tierra, en la roca, gritando por hacerlo, gritando que falta mucho por hacer, por hacer, por hacer,  por hacer.”

Falta mucho por hacer.  Me preguntó quién escribirá la novela sobre la guerra que amenaza la vida del planeta. Quién contará de los megaproyectos de muerte que avanzan destruyendo el sureste, sus comunidades, flora y fauna, quién hablara de las comunidades oaxaqueñas, a las que les están arrebatando la vida para pasar el Corredor Transístmico, quién gritara que el Plan Integral Morelos amenaza de muerte a campesinos del Oriente zapatista. Quién reclamará justicia para el asesinato de Samir Flores Soberanes, quien dará voz a las familias de miles de desaparecidos en las entrañas de la Cuarta Transformación.  Quién dará sonido a las balas que, en Aldama, Chiapas hace meses no terminan. Y sobre los desplazados, los migrantes. Quién podrá darnos cuenta del discurso perverso del poder que cada mañana, por las mañanera, receta un sermón de mentiras que ocultan el extermino. Quién hablará de la cuarta T, como aquella que hizo empresarios a los militares, dándoles luz verde para que el territorio nacional sea una fosa.

Y abriendo una fisura a la monstruo capitalista, en 2012 después de un prolongado silencio, las bases del EZLN llegaron por miles a la plaza de San Cristóbal de Las Casas, callados, cubiertos con sus pasamontañas, a pasos firmes y ligeros, una a uno, subieron y bajaron por una pequeña tarima, y siguieron su camino hacia las montañas. Una escenografía poderosa y bella a la que nos tienen acostumbrados los zapatistas. El evento fue acompañado de un comunicado: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo.”

Falta lo que falta. Mientras tanto resistir, no rendirse, no traicionar, no claudicar.  

Por Oralba Nájera Castillo

1 diciembre 2021, Los Pinos. Homenaje a Lucio Cabañas y a los treinta años de la novela Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor

Notas sueltas para recordar en el centenario de Don Luis Villoro

Publicado en Camino al Andar, Radio Zapatista y Radio Pozol, 3 de noviembre de 2022

Por Jorge Alonso

Fotos: Moysés Zúñiga Santiago

Introducción

La producción filosófica de Luis Villoro es amplia, profunda original y muy interpelante. Ha realizado análisis sistemáticos y cuestionamientos epistémicos fundamentales a conceptos como el hombre, el conocimiento, el poder, el valor, el sentido, la revolución, la justicia, la ideología, la pluralidad, la libertad, la interculturalidad y la democracia. Reinterpretó el renacimiento a través de la modernidad. Exploró el proceso ideológico de la revolución de independencia. Categorizó la cultura mexicana de 1910 a 1960. Dio cuenta de la pluralidad de culturas. Estudió los conflictos interculturales. Contrastó el Estado homogéneo con el Estado plural. Investigó el relativismo y el universalismo ético. Se adentró en la filosofía de la religión. Se preocupó por comprender los grandes momentos del indigenismo en México. Indagó el principio de la injusticia y los linderos de la ética. Incursionó en la identidad de los pueblos. Ahondó en los derechos humanos y los derechos de los pueblos. Mostró cómo era la libertad de la comunidad y descubrió la autonomía de los pueblos indios. Deambuló en una filosofía para un fin de época y en los retos de una sociedad por venir.

La revista Piezas dedicó uno de sus números para revisar sus aportes filosóficos. Héctor León apuntó que Villoro era un pensador que había hecho de la filosofía un estilo de vida, y que la suya había sido una vida de compromiso. Su filosofía fue un ejercicio riguroso y crítico, creativo y sensible. Se había referido a la justicia, a la democracia y a la igualdad no sólo como temáticas de pensamiento sino con la obligación de pensar la realidad en función de resolverla. Francisco Salinas destacó que el tema del indigenismo lo había abordado desde 1950; pero había hecho una autocrítica conforme profundizó en las realidades de los pueblos originarios. Gabriel Vargas Lozano señaló que Villoro había sido un gran pensador mexicano que profundizó en el pensamiento filosófico en forma creativa y buscó fundamentar las bases teóricas de un movimiento hacia una mejor sociedad. Analizó conceptos vinculados al movimiento zapatista. Resaltó el sentido de comunidad para superar los problemas propios del Estado-nación occidental. Enfatizó que toda su obra había estado dedicada a los indígenas de México. Carmen Villoro se refirió a su padre como un hombre optimista y luminoso que siempre había mantenido una preocupación por el otro y por el sufrimiento ajeno indagando cómo revertirlo. Habiendo tenido una idea de filosofía marcadamente académica, la interpeló frente a la opresión y en búsqueda de libertad. Recordó que desde muy joven su padre había tenido la preocupación de cómo sus ideas podían aterrizar en cuestiones de cambio y transformación social. Analizó que hubo un tiempo en que lo académico y lo político iban cada uno por su lado, pero que hacia el final los reunió. Recalcó que los zapatistas ocupaban un lugar muy importante y que lo filosófico y lo político social habían encontrado en el mundo zapatista el lugar donde converger. Y llamó la atención de que eso le había dado mucha alegría, una gran satisfacción y le confirmó que su vida había tenido sentido. [1]

La alternativa

Su hijo Juan se refirió a que en los homenajes que se habían hecho a su padre después de su muerte había prevalecido cierto diagnóstico académico. Se le reconocía que había analizado con lucidez el presente, pero se le criticaba que había caído en cierto romanticismo al atisbar a la sociedad por venir. Comentó Juan que en un clima dominado por el pragmatismo y el temor a las utopías, concebir un mundo que no existía podría parecer un anhelo desmesurado, pero que no había sido otra la tarea de la filosofía desde Platón a Giorgio Agamben, pasando por Charles Fourier y Simone Weil. Cuando presentó el libro de su padre que se difundió inmediatamente después de su muerte, titulado La alternativa, Juan resaltó que no era un libro que estuviera dialogando con la academia, sino de alguien que quería comunicar un saber de manera inmediata. Y llamó la atención de que su prosa de aparente sencillez, tenía que ver con el contacto con las comunidades indígenas y que se expresaba desde la sabiduría acumulada. Ese libro criticaba el orden y el lenguaje del capitalismo y neoliberalismo y proponía iniciar con otro mundo distinto al dominante, explicando por qué un Estado monoétnico es un absurdo y sostenía que otra democracia más profunda que la meramente procedimental era urgentemente necesaria. A partir de la experiencia de las Juntas de Buen Gobierno en la zona zapatista el libro mostraba cómo se podía pasar de una democracia representativa a formas más directas de mando colectivo. Al interrogante de si podía la política coexistir con la ética la respuesta era afirmativa con la condición de que el ejercicio del poder sirviera a la comunidad y no fuera un fin en sí mismo.[2] En este libro se difundió el profundo intercambio epistolar sobre ética y política entre el vocero del movimiento zapatista el Subcomandante Marcos (SupMarcos) y don Luis Villoro.

El primer intercambio epistolar

La primera carta proviene de la pluma del SupMarcos a mediados de febrero de 2011. [3] Se refiere a las guerras y de manera particular a la guerra desatada en México por el presidente Calderón. Marcos anota que como todas las guerras de conquista viene desde el poder. Recalca que es una guerra perdida porque fue concebida para respuesta a una legitimidad cuestionada. Pero sus efectos son nefastos porque está destruyendo el último reducto que le queda a una Nación: el tejido social. Marcos anota que la identidad colectiva de la Nación está siendo destruida y está siendo suplantada por otra. Cita una entrevista que hacía años le habían hecho a Luis Villoro donde el filósofo dijo que una identidad colectiva no era más que una imagen que un pueblo se forjaba de sí mismo para reconocerse como perteneciente a ese pueblo, y que se refería a aquellos rasgos en que una persona se reconocía como perteneciente a una comunidad, mientras dicha comunidad aceptaba a esa persona como parte de ella. La imagen que el pueblo se forjaba no era necesariamente la perduración de una imagen tradicional heredada, sino que generalmente se la forjaba el individuo en tanto pertenecía a una cultura, para hacer consistente su pasado y su vida presente con los proyectos que tenía para esa comunidad. La identidad no era un simple legado que se heredaba, sino que era una imagen que se construía, que cada pueblo se creaba, y por lo tanto era variable y cambiante según las circunstancias históricas. Hasta aquí la cita de Villoro. Marcos proseguía argumentando que lo que existía en esos momentos era una imposición, por la fuerza de las armas, del miedo como imagen colectiva, de la incertidumbre y la vulnerabilidad como espejos en los que esos colectivos se reflejaban. De esta guerra no sólo resultarían miles de muertos, sino jugosas ganancias económicas. Pero lo que conllevaba era una nación destruida, despoblada, rota irremediablemente.

En su primera respuesta en febrero Villoro aludió que realidad en las guerras no podía hablarse de vencedor o vencido ya que, desde el punto de vista humano, con las muertes, la sangre derramada y la destrucción material, ambos bandos resultan perdedores. Estaba de acuerdo en que la guerra del gobierno era impuesta desde arriba y producto del capitalismo. Apuntaba que en la guerra calderonista no se pretendía destruir al contrario en su sentido clásico, sino que se trataba de una guerra para anular el terreno de la realización y las posibilidades populares. Mientras en el capitalismo regía el individualismo, en la alternativa zapatista surgían valores comunitarios que representaban a la persona en su individualidad y se realizaban en una comunidad.

El segundo intercambio epistolar

La segunda carta de Marcos apareció el mes de abril. [4] Decía que la guerra de arriba seguía y que su paso de destrucción pretendía también que se aceptara ese horror cotidiano como si fuera natural e imposible de cambiar. Como si la confusión reinante fuera premeditada y pretendiera democratizar una resignación que inmovilizaba, que conformaba, que derrotaba, que rendía. Pero cuando se organizaba la confusión y se ejercía conscientemente la arbitrariedad, era preciso tratar de desorganizar esa confusión con la reflexión crítica. Marcos tocaba algunos de los puntos que Villoro le había dado en su respuesta. Decía que la reflexión crítica estaba aparentemente estancada. Que el heroico esfuerzo de colectivos anarquistas y libertarios por sustraerse de la lógica del mercado capitalista era efecto y causa de un pensamiento radical. Y que el futuro tenía su apuesta principal en los pensamientos radicales. Las organizaciones sociales de izquierda independiente resistían. Los pueblos originarios sabían de dolor y lucha y mantenían la resistencia. Estaba la digna rabia de las madres y padres de asesinad@s, desaparecid@s, pres@s; y recordaba que en este país no pasaba nada hasta que las mujeres decidían que pasara. También se refirió a la indignación cotidiana de obrer@s, emplead@s, campesin@s, indígenas, joven@s frente al cinismo de los políticos sin distinción de color. Existía una persistente lucha por la libertad a l@s pres@s polític@s y la presentación con vida de los desaparecidos.

Marcos destacó que en su respuesta Don Luis tocaba el tema del individuo y del colectivo. Dijo que una añeja discusión de arriba los contraponía y había usado para hacer la apología de un sistema, el capitalista, frente a las alternativas que surgían como resistencia. Había que tener en cuenta que los anhelos fundamentales de todo ser humano eran mejor vida, más libertad, mayor conocimiento, los cuales podían alcanzare en un colectivo, o dicho de otra forma, no podían alcanzarse sin el colectivo. Porque acabar con la arbitrariedad, desorganizar la confusión y parar la guerra eran tareas colectivas. Esas reflexiones colectivas no pretendían alcanzar la verdad general, pero sí trataban de alejarse de la mentira unánime que desde arriba se trataba de imponer. Realizó una dura crítica a la partidocracia. Marcos planteaba que el mundo como se conocía sería destruido. Primero vendrían movilizaciones espontáneas, violentas y fugaces. Luego sobrevendría un reflujo, pero después surgirían nuevos levantamientos, pero organizados porque participarían colectivos con identidad.

Villoro dio su segunda respuesta en abril diciendo que estaba de acuerdo en la lucha contra la partidocracia. Recordó que los zapatistas eran conscientes de que la responsable de la injustica era en último término la voluntad de poder, por lo que era muy loable que los zapatistas hubieran proclamado que su objetivo no era la toma del poder sino el despertar de la gente contra ese poder. Apuntó que habían abierto una nueva vía al mostrar que la voluntad de los pueblos iba más allá de las elecciones. También Villoro enfatizó su acuerdo en dar prioridad a la ética en la política. Consideraba que el punto de partida debían ser las experiencias particulares presentes de marginación e injusticia.

El contexto del movimiento contra la guerra y a favor de una auténtica paz

Marcos había dicho que esperaba que la legendaria tenacidad del poeta Javier Sicilia, así como estaba convocando la palabra y la acción de los zapatistas, alcanzara a agrupar las rabias y dolores que se multiplicaban en los suelos mexicanos. Había dicho que había muchos colectivos a quienes no les interesa ya ni cambiar ni renovar a una clase política parasitaria. No querían cambiar de amos, sino vivir sin ellos. A la marcha convocada por Sicilia desde Cuernavaca hacia la ciudad de México, Marcos le respondió que los zapatistas se sentían convocados y responderían al llamado contra la guerra marchando en San Cristóbal de las Casas y llevarían carteles con los mensajes: “Alto a la guerra de Calderón”, “No más sangre” y “Estamos hasta la madre”. Respondiendo al llamado de Sicilia de nombrar a las víctimas, los zapatistas dirían los nombres de las niñas y niños muertos en la guardería de Hermosillo, a quienes no se les había hecho justicia. Los zapatistas sabían bien que nombrar a los muertos era una forma de no abandonarlos y de no abandonarse los vivos. Más de 15 mil zapatistas marcharon en San Cristóbal de las Casas el 7 de mayo. Fue la manifestación más numerosa que se recordaba allí desde 2001 cuando arrancó la llamada Marcha del Color de la Tierra. Fue la primera vez que los zapatistas se sumaban a una convocatoria de fuera de su movimiento. Zapatistas tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, zoques y mames llevaban mantas en las que se solidarizaban con el dolor de los familiares que han perdido seres queridos en la cruel guerra de Calderón. Dieron vivas a la vida, la libertad, la justicia y la paz y hubo discursos en sus diferentes lenguas.

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El Comandante Pablo Contreras cumple 100 años

Oralba Castillo Nájera

A donde llega don Pablo González Casanova, su presencia es esperada con emoción. Sus palabras sabias, eruditas, compañeras abren mentes y corazones. Pausado, cómodo, tranquilo expone los procesos de las luchas de los pueblos, dando luz a las contradicciones centrales, y esperanzas para continuar la lucha sin claudicar, traicionar o rendirse.

El comandante Pablo expone y propone caminos para continuar construyendo autonomía y defensa de la territorialidad de los pueblos originarios.

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«Recordar Acteal», por Carlos Montemayor (diciembre 2007) / «¡Alto a la guerra contra lxs zapatistas!»

«Así se explica la administración de la guerra en Chiapas, no su solución política. Así se explica el surgimiento y perseverancia de grupos paramilitares en el Chiapas de ayer y hoy.» Carlos Montemayor (2007)

En el contexto actual de calumnias (Rompeviento, 27-08-2020) y ataques paramilitares a comunidades zapatistas (L. Hernández Navarro, 25-08-2020), reproducimos aquí el texto integral «Recordar Acteal» de Carlos Montemayor (La Jornada, 17 a 20 de diciembre de 2007) junto al pronunciamiento internacional firmado nuestra Cátedra que se difundió el 26 de agosto 2020.

Recordar Acteal

Por Carlos Montemayor | 17-20 de diciembre de 2007. Fuente: La Jornada.

La masacre de Acteal no fue la primera ni la única en el prolongado proceso del conflicto de Chiapas. Pero fue en la que el gobierno mexicano puso más empeño a fin de transformarla en sólo un eslabón de una cadena de conflictos intercomunitarios. Para apuntalar esta versión oficial el gobierno mexicano recurrió a diversos procedimientos, algunos de ellos extremos. Pasó por alto sistemáticamente hechos fundamentales; creó un libro blanco sobre Acteal donde la Procuraduría General de la República (PGR) describe a modo los acontecimientos, modificando, distorsionando u olvidando información; intentó desconocer la existencia de planes militares dados a conocer desde el 5 de enero de 1998 por Carlos Marín en la revista Proceso; en discursos oficiales manipuló la noción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a veces para negar su existencia y en otras para proponerlo como protagonista, precisamente, de los enfrentamientos intercomunitarios. Los planes militares que dio a conocer Carlos Marín 15 días después de la masacre de Acteal describen, como parte de una contrainsurgencia minuciosamente diseñada, tanto la inducción de desplazamientos de poblados y la creación de conflictos sociales entre comunidades como la aplicación de medidas sólo militares antes y después de los acontecimientos de Acteal.

Sin embargo, las consecuencias políticas de la masacre de Acteal fueron descomunales en el aparato de gobierno para haber sido un eslabón de un conflicto intercomunitario. Provocó, en la dimensión estatal, las renuncias del gobernador de Chiapas y de otros funcionarios de primeros niveles; en el ámbito federal, la renuncia del secretario de Gobernación. Nunca un «pleito de indios» afectó a tantas cabezas de los gobiernos estatal y federal. ¿No fueron las renuncias una forma de reconocer la responsabilidad activa de las autoridades estatales y federales en este «pleito de indios»?

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Festival Mundial de las Rebeldías y de las Resistencias contra el capitalismo

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Más información en Enlace Zapatista y en las siguientes páginas de redes sociales morelenses que darán cobertura al Festival, especialmente en Amilcingo:

https://www.facebook.com/RadioComunitariaAmiltzinko

https://www.facebook.com/colectivolaflordelapalabra.saladelectura

https://www.facebook.com/pages/Red-Intercultural-Morelos

https://www.facebook.com/red.intercultural.del.estado.de.morelos

https://www.facebook.com/CatedraInterculturalCarlosMontemayor

LA LUCHA SIGUE:

«ANTE LA DESTRUCCIÓN DE LOS DE ARRIBA…

LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS DE ABAJO»!!!

Los 22 y 23 de diciembre, Amilcingo, Temoac, Morelos.

Chiapas: la lucha por la autonomía y la dignidad