A treinta años de Guerra en el Paraíso
Por Oralba Castillo Nájera, activista y escritora. Miembro de la Cátedra Carlos Montemayor
La novela Guerra en el Paraíso está enraizada con la literatura de compromiso político que atraviesa a las letras mexicanas. Tendencia donde se inscriben las obras de Manuel Payno, Vicente Riva Palacio, o Tomochic de Heriberto Frías, y dentro de las novelas de la revolución, destacamos la obra de Marín Luis Guzmán, La sombra del caudillo. Podría seguir citando muchas más que son la memoria viva de los crímenes del poder y las luchas de los pueblos.
La literatura histórica combina la libertad de creatividad del autor con datos, o hechos extraídos de la historia. Manuel Payno lo explica: “en estos estudios no hacemos sino animar a los personajes y ponerlos en un instante de bulto ante el lector, pero conservando toda la verdad histórica”.
Carlos Montemayor en Guerra en el Paraíso, da voz y vida a la lucha del Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que nace de las entrañas de Guerrero y que encabeza Lucio Cabañas.
Guerra en el Paraíso rompe el silencio en que el poder del Estado había ocultado y deformado, lo que hoy conocemos como la Guerra Sucia.
Los años setentas fueron impactados con los golpes de Estado en Uruguay, Chile y Argentina. Y mientras leíamos con estupor el terror instaurado en el Cono Sur, nosotros no sabíamos que el ejército había cercado a Guerrero con la consigna de exterminar la lucha guerrillera campesina de Lucio Cabañas.
En la novela desfilan los personajes responsables de esta guerra. En memoria de Julius Fucik, el comunista checo torturado por la Gestapo, retomo de su libro: Reportaje a pie de la horca, su petición: No olviden los nombres de las figuras y de las figurillas. No los olviden. Carlos Montemayor nos pone de frente a las figurillas con nombre y apellido. Los encargados de la represión dialogan, fuman, se pasean en sus oficinas, dan ordenes, torturan: Solano Chagoya, Enríquez Rodríguez jefes militares de la zona, el gobernador: Nogeda Otero; Wilfrido Castro Contreras, jefe de la Policía Judicial, Moya Palencia Secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios de la temida Federal de Seguridad, Ojeda Paullada Procurador General de la República, el general Cuenca Díaz Secretario de Defensa Nacional, los torturadores: Nazar Haro, Quiroz Hermosillo, Acosta Chaparro; y Luis Echeverría presidente de la República. Todos responsables de la persecución, desaparición, asesinato y tortura de miles de personas. Figurillas criminales que no olvidamos ni perdonamos.
Carlos Montemayor los denuncia al llevarnos a las mazmorras siniestras en dónde se practica la tortura, siendo está un instrumento del poder. El torturador es entrenado, educado, condicionado para realizar las peores bajezas contra personas en total vulnerabilidad, sometidas y derrotadas de ante mano. Práctica anticonstitucional. La víctima no tiene ningún derecho, no existe. El torturador cuenta con absoluta impunidad. Leo una escena cruda al respecto:
“–No hablan español, sargento.
–Tú sigue, hasta que hablen.
–Pero le aseguro que no pueden.
–Mira cómo saben lo que estoy diciéndote. Se están haciendo pendejos. Todos encubren a Lucio. A ver tú contéstame. ¿Con que ayudas, cabrón? ¡Contesta, o te sigo partiendo la madre!
–No entienden nada, mi sargento. No hablan español, no son gente de razón, pues.
… «Perdón yo no, no mates, gracias”, eran sus únicas palabras que decían en español. Las decían una y otra vez, llorando, gimiendo, con los ojos brillantes por el miedo….
El tufo de orina y quizás ese olor fresco que tiene la sangre, un olor a frío, a fierro, a piedra. El cabo se volvió a mirar a los indios. Estaban en el suelo, caídos como un montón de cosas, de paja seca, de lodo. Uno de ellos acababa de orinarse y la tierra aún no absorbía la mancha espumosa; los jirones sucios de sus pantalones estaban mojados. Eran pedazos temblorosos de algo, ahí, junto a las botas del soldado …Dos de ellos tenían los brazos rotos; eso aumentaba la sensación de que eran cosas inflamadas, carne abombándose, amoratada y negra como el lodo, como distinta de los cuerpos, que ya defecaba u orinaban sin proponérselo. El cabo sitió sed, pero deseo una cerveza fría…”
Está y otras escenas en Guerra en el Paraíso nos dan la dimensión de la guerra sucia, haciéndonos vivir, sentir, sufrir. Es está una virtud de la literatura histórica, poner frente a nuestros ojos, en este caso, la represión del poder del Estado, contra campesinos pobres. Escuchemos a un padre campesino hablando con su hijo:
“No te esperes, porque entonces ya no podrás salir. Aquí te van a matar. Y a mí también. A todos. Vete ahora. Llévate esas tortillas, nosotras ya nos la arreglaremos después. Dame el gusto de saber que no te van a matar aquí en la casa. No sería bueno eso, hijo. ¿Sabes cómo están buscando?, ¿verdad? Tus propios compañeros de la Normal te van a traicionar. El gobierno se ha metido en todas partes. Eulogio me dijo que hasta teléfonos están poniendo en toda la sierra para los guachos. Así se hablan ellos más rápido. Y los caminos que están haciendo, ¡uh!, pues más. No es bueno que te quedes aquí. Mejor vete con el profesor, ahora que estas fuerte. Y hazle daño al gobierno, defiéndete bien … Claro si me matan a mi pues ya estoy viejo, es puro bagazo lo que matarían. No importa, pues. Pero tú no hijo. Vete a ayudar al profesor…”
¿Quién es el profesor Lucio Cabañas?, aparece, página a página, delgado, con manos largas y huesudas, calmado, sereno; viste humildemente, usa sombrero de palma, padece migrañas que le parten la cabeza de dolor; sabe que la lucha debe pasar de lo local, a lo regional, a lo nacional y también a lo internacional. Busca alianzas con otros partidos en armas, habla en asamblea con sus hombres, mantiene relación estrecha con pobladores de los caseríos y rancherías, que proveen de alimento, información y protección a la guerrilla. El Partido de los Pobres cuenta con un ideario. Habla Lucio:
“Somos el mismo pueblo que explotan los dinereros y los políticos que tienen policías y soldados. Y nosotros somos el mismo campesino. Pero somos nosotros, somos sus piernas, para caminar recio por el monte y llegar a la verdadera felicidad del pueblo, a su libertad, pues, para que todos vivan como personas respetables, bien crecidos los niños porque coman, porque tengan mucho cuidado con médicos, con medicinas, con hospitales, con escuelas. Somos sus piernas, pues, para caminar políticamente, para llegar al socialismo que nos proponemos llegar todos los campesinos pobres.”
Guerra en el Paraíso crea una totalidad compleja en la que personajes, atmosferas, e historias se tejen al ritmo de la acción: escaramuzas, encontronazos, emboscadas, secuestros, asalto a bancos, persecución, mantienen un ritmo avasallador.
La buena pluma y amor a las lenguas originarias, permiten a Carlos Montemayor, tejer en el lenguaje realista, sobrio una visión poética de la naturaleza, que en sí misma es un personaje vivo, cito:
“Solo se oye la tierra ¿oyes toda la noche?”, “El aire parecía limpiarse más.”, “La mañana ascendía con su sonora fuerza de aves, de árboles, del arroyo que caía en la cascada cercana”, “El grito agitado de los pájaros, llamaban a los árboles”, “La mañana se había movido con aroma a cuervos”, “El viento volvía a sonar en el Otatal como si presionará sobre la tierra, sobre las rocas, como si fuera un movimiento de animal ciego atrapado en la cañada, en el monte y la maleza”

Los paisajes respiran, caminan, cantan, están poblados de árboles: Cacahuananches, primaveras, lianas, palmeras, encinos, cafetales, timuches, platanares. Acompañados de un festín de pájaros: torcazas, gorriones, chirrucos, ahuejotes, carpinteros, zopilotes, loros.
Así pasajes duros y que cuestan trabajo leer, son matizados con este mosaico literario.
Merece ser mencionado uno de los últimos capítulos, realmente soberbio. La comida en el Casino Militar de Chapultepec al que llegan generales. Con lujo de detalles vemos pasar wiskis, vinos españoles, bandejas con camarones, carnes cocinadas con frutas, postres, aperitivos. El festín reúne a militares, algunos involucrados directamente en la guerra sucia. Escuchemos al viejo general Escárcega
“—Podemos confundir al ejército con México y llegar a creer que México somos nosotros mismos, o lo que nosotros hacemos. Que no hay más fuerza posible en México que la nuestra. Y a eso voy. La función primordial del ejército es fortalecer la seguridad de un país. O la paz del país, digamos. Y esa seguridad se busca aún al precio de la guerra. Pero a veces buscando esa paz podríamos sofocar al pueblo mismo, conseguirla al precio de luchar en contra del pueblo mismo. Y en ese sentido yo decía que quizás Lucio no es como otros radicales y asaltabancos comunes. O sea, la Liga 23 de septiembre es la delincuencia de un grupo con ideas comunistas, pero la de Lucio bien podría ser la lucha de pueblos, la lucha del pueblo real y no de exaltados y radicales, ¿me explicó? Temen reconocer que es un alzamiento popular, que son pueblos enteros apoyando a Lucio. Nosotros sabemos que el ejército en el pasado ultimó a las guerrillas zapatistas con una estrategia muy parecida a la que ahora estamos siguiendo.
Por eso el presidente Echeverría no quiere aceptar públicamente que se trata de un alzamiento que apoyan los pueblos y prefiere creer que es la CIA la que anda trepada en la sierra con Lucio.
Nadie se imaginó que Zapata, era el héroe y no el coronel Guajardo. Para él y para el general Pablo González, Zapata era un bandolero, un roba vacas, un indio asesino. Quizá era eso para todos en ese momento ¿por qué no? Huerta ignoró que el fusilando a Madero no salvaba a México, sino que perdía la guerra.”
Impecable manera de ir cerrando Guerra en el Paraíso, cuyas últimas páginas están dedicadas a acompañar en la muerte a Lucio Cabañas, acorralado.
“Qué extraña parecía ahora la lucha. Que extraño no sentir vacío ante la muerte. Ahí, en el río, en la inmensidad de la creciente de las aguas, iban pasando todavía los cuerpos de Gámiz, de Óscar González, de Genaro. También de Raúl Ramos. Se volvía hacia el mundo inmenso de agua y en el río seguían pasando todos los que fueron palabra y no sangre, y todos los que fueron sangre desde la primera lucha, desde su primera palabra.
…única caída parecía estar cayendo una y otra vez y otra, como un destino que se imponía, ahí, cerrando el camino, el día, la misma lucha que brotaba del grito que ardía en su boca, en su espalda, en su pecho: el mismo grito que era otro sol que le quemaba la boca, la saliva, la sangre que sentía brotar como todo lo que tenía que hacer, lo que faltaba por hacer; una prisa gritando con el mismo calor, negándose a caer con el mismo ardor, negándose a caer con el mismo ojo incólume de soles que trataban de brotar desde sus manos apoyadas en la tierra, en la roca, gritando por hacerlo, gritando que falta mucho por hacer, por hacer, por hacer, por hacer.”
Falta mucho por hacer. Me preguntó quién escribirá la novela sobre la guerra que amenaza la vida del planeta. Quién contará de los megaproyectos de muerte que avanzan destruyendo el sureste, sus comunidades, flora y fauna, quién hablara de las comunidades oaxaqueñas, a las que les están arrebatando la vida para pasar el Corredor Transístmico, quién gritara que el Plan Integral Morelos amenaza de muerte a campesinos del Oriente zapatista. Quién reclamará justicia para el asesinato de Samir Flores Soberanes, quien dará voz a las familias de miles de desaparecidos en las entrañas de la Cuarta Transformación. Quién dará sonido a las balas que, en Aldama, Chiapas hace meses no terminan. Y sobre los desplazados, los migrantes. Quién podrá darnos cuenta del discurso perverso del poder que cada mañana, por las mañanera, receta un sermón de mentiras que ocultan el extermino. Quién hablará de la cuarta T, como aquella que hizo empresarios a los militares, dándoles luz verde para que el territorio nacional sea una fosa.
Y abriendo una fisura a la monstruo capitalista, en 2012 después de un prolongado silencio, las bases del EZLN llegaron por miles a la plaza de San Cristóbal de Las Casas, callados, cubiertos con sus pasamontañas, a pasos firmes y ligeros, una a uno, subieron y bajaron por una pequeña tarima, y siguieron su camino hacia las montañas. Una escenografía poderosa y bella a la que nos tienen acostumbrados los zapatistas. El evento fue acompañado de un comunicado: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo.”
Falta lo que falta. Mientras tanto resistir, no rendirse, no traicionar, no claudicar.
1 diciembre 2021, Los Pinos. Homenaje a Lucio Cabañas y a los treinta años de la novela Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor











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